¿HAY CONDICIONES PARA UN LEVANTAMIENTO SOCIAL EN MÉXICO?

Juan José Díaz Bermúdez/Análisis



Oaxaca, México (Punto y Aparte).- Varias son las voces que llaman a tomar las armas en México ante las condiciones sociales, económicas y políticas que se viven en este país, como resultado de la falta de visión de un sistema político decadente. Sin embargo hay que considerar varios aspectos históricos incluso que deben ser tomados en cuenta, no hacerlo sería irresponsable e incluso mediático, el llamar a las armas sin analizar previamente el panorama y la idiosincrasia de la sociedad mexicana.

Un fraude electoral como el que se afirma sucedió en este 2012 no es determinante, una reforma laboral en la que se privilegia al patrón y se encadena al trabajador tampoco puede ser un detonante para llamar a la consciencia bélica de los mexicanos. Para obligar cívicamente a los habitantes de este país a empuñar las armas y cambiar el sistema político, se necesita más que reformas a modo o fraudes electorales y el triunfo de un partido corrupto que como el PRI, para la gran mayoría era necesario ante la falta de visión de un gobernante que como Felipe Calderón Hinojosa del PAN, sumió a México en este letargo aberrante de muerte y retraso económico.

Aunque la perdida del poder adquisitivo, el aumento de precios de los productos de primera necesidad, la pobreza que viven millones de mexicanos, la falta de justicia social, la ausencia de paz y la alianza de los ricos contra los pobres, podría dar oportunidad al surgimiento de grupos armados político-militares, pareciera que eso no es suficiente para generar en el mexicano una razón para tomar las armas.

Las revoluciones no son caramelos ni nacen de noche a la mañana o se planean en una noche de juerga; son procesos históricos que se van dando, son necesidades inherentes de cada pueblo, en la que se prioriza el bienestar de toda una nación. En México los grupos gobernantes de todos los partidos se han preocupado por mantener en bajo perfil a los grupos marginales, es decir, se atiende mediante una política paternalista a regiones, colonias y estados con un gran atraso, sobre todo con tradición de guerrilla e insurgencia, para tenerlos atados a la necesidad de recibir del Estado todo lo que necesitan; educación, salud, recursos económicos a través de proyectos productivos o indulgentes como Oportunidades.

De esa manera el Estado garantiza su supervivencia y aborta cualquier rebelión que pudiera ser un peligro para la permanencia en el poder de los grupos gobernantes que en el caso de México, deciden sobre la vida y la historia de toda una nación.

El llamado a tomar las armas que algunas voces realizan en México, no es más que el reflejo de una apreciación subjetiva de las verdaderas condiciones México vive. La sociedad mexicana se encuentra hoy cansada de una guerra inútil iniciada por Felipe Calderón en su fallida estrategia en contra de los cárteles de la droga, las luchas de los grupos del narcotráfico que se extendió a propósito a las calles, generó la incertidumbre y mostró una sicología adversa la cruda realidad de una guerra civil, pareciera esta absurda lucha, una terapia emocional para encadenar consciencias y atar razones de peso para posibles líderes naturales que surgieran encabezando la revolución, estas terapias violentas motivó en el mexicano un rechazo a la propia muerte y en este caso a futuros levantamientos ; e l mexicano rechaza la muerte y acepta sumiso el actuar de diputados y gobernantes insolentes que aprueban sugieren y aprueban leyes que van en contra de los derechos humanos y del trabajador.

Pareciera incluso que estos seis años de terror que ha vivido el mexicano bajo el gobierno del Partido Acción Nacional en la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa, generó la pasividad y aunque parezca contradictorio la paz de los sepulcros se aplica en México. El que protesta y encara al gobierno muere después en una balacera del crimen organizado, es levantado y aparece muerto después o desaparece, ésta es la triste realidad de un país sin derechos.

Lamentablemente la guerrilla en México no es una opción, más de cuarenta años han vivido en la clandestinidad sin despegar hacía otros estadios, se han convertido en una burbuja de sedicente honestidad y transparencia, en la que es difícil penetrar, no obstante esa clandestinidad y el hermetismo en el que dicen desenvolverse, no los ha salvado de estar infiltrados por las fuerzas armadas, lo que ha permitido ser localizables, investigados e incluso detenidos y desaparecidos como pasó en Oaxaca en el 2007.

Grupos guerrilleros surgidos al calor de los momentos históricos no son más que eso, íconos de la resistencia y la insurgencia, sin representar más que juegos de guerrilla de propaganda, máxime cuando no hay un líder que esté libre de compromisos emocionales que lo mantienen cruzado de brazos. La guerrilla en México ha sido desde 1976 una pieza de decoración. El último guerrillero quizás haya sido Lucio Cabañas Barrientos, más adelante encontramos acciones esporádicas, una de ellas en el 2006 en Oaxaca, cuando hicieron presuntamente presencia miembros del EPR, TDR y ERPI en el movimiento popular-magisterial para derrocar a Ulises Ruiz Ortiz, según trascendió.

Citamos a la guerrilla porque suponemos que a más de 40 años de haber surgido tienen la experiencia, las condiciones y el poder de fuego para enfrentar a las fuerzas armadas de México, pero no es así, la guerrilla en este país no tiene ni la influencia, ni el poder de fuego mucho menos la presencia social para consolidar un solo frente de insurgencia que pueda enfrentar al ejército mexicano.

Se convirtieron en células que trabajaron para si mismas, que olvidaron la esencia del movimiento guerrillero y que formaron lo que pudiera llamarse crimen organizado al convertirse de guerrilla tradicional en organizaciones delictivas al cometer actos fuera de la ley, aunque obviamente no lo acepten ni aceptaran, más sin embargo los señalamientos están en su momento histórico plasmados en autos.

Por si todo esto fuera poco, la guerrilla en México al parecer se encuentra infiltrada , a su interior presuntamente hay agentes del gobierno que trabajan al servicio de los grupos de inteligencia lo que hace imposible su actuar libremente, el Estado pudiera decirse que conoce a los miembros y sabe quienes son e incluso quienes son los familiares y seres queridos, todo ello hace que el guerrillero se encuentre inmerso en una disyuntiva, actuar o dejar el movimiento armado para convertirse en asesor, consejero o funcionario de gobiernos donde sirve de delator.

Aunque no es imposible, en México no hay condiciones sociales, políticas y económicas para que surja un movimiento armado consolidado como algunos sugieren. No es determinante una reforma laboral ya que hábilmente los gobernantes han dejado la puerta abierta a los sindicatos, que pudieran ser los que ayudaran al movimiento armado en caso de surgir. El mentado fraude electoral quedó en suspenso al no existir condiciones que pudieran sugerir que en realidad se cometió aunque las pruebas digan lo contrario.

Lo que influirá en un levantamiento armado, será sin duda del próximo presidente de México. Enrique Peña Nieto, debe de aplicar una política seria y enfocada a rescatar a la sociedad para resarcir el daño y sanar el tejido social, solo de esa manera se podrá calmar el momento y las condiciones que se están propiciando por el descontento social de la baja de poder adquisitivo, alza en los precios de los productos comestibles, reformas laborales y sobre todo la falta de justicia que ahoga en sangre a millones de mexicanos.

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